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La reducción del calendario futbolístico a causa de la COVID-19 ha obligado a los organizadores del deporte rey a constreñir la agenda de partidos, llevando a los jugadores al límite toda vez que la suspensión de encuentros o torneos no se ha considerado como opción.
Las protestas de futbolistas y entrenadores no han servido, de momento, para que las federaciones continentales y las ligas nacionales estén dispuestas a reducir el número de partidos y aliviar así el estrés mental y físico de los principales actores.
“Todo el mundo reconoce el problema, pero tomar medidas lleva tiempo”, explica a Reuters el secretario general de FIFPRO, Jonas Baer-Hoffmann.
La última temporada europea terminó a mediados de agosto y la nueva comenzó a mediados de septiembre, alrededor de un mes más tarde de lo habitual.
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La fase de grupos de la Liga de Campeones, con seis días de partido, se está jugando en ocho semanas en lugar de los tres meses habituales, mientras que en Europa, los partidos internacionales de septiembre, octubre y noviembre han sido tres en lugar de dos.
Italia se quedó el domingo sin 20 jugadores debido a lesiones, fatiga o problemas relacionados con la COVID-19 antes de su partido frente a Polonia de la Liga de las Naciones.
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En marzo, cuando los efectos de la pandemia empezaban a notarse a nivel global, la UEFA acordó posponer un año la Eurocopa 2020 para darle prioridad a las temporadas nacionales. Pero ese tipo de gestos no ha vuelto a repetirse por parte del organismo rector del fútbol europeo.
“Tanto entrenadores como jugadores se están dando cuenta de que no tomarse en serio la salud de los futbolistas tienen consecuencias deportivas y comerciales”, apunta Baer-Hoffmann. “Pero no puedes esperar que la reforma de la competición te lleve allí, no vamos a recortar 20 partidos del calendario”.