Un año después de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el Brexit se resiste a pasar a la historia. Londres reniega ahora de partes del acuerdo que entró en vigor en enero y las disputas con sus vecinos continentales se cronifican, mientras el comercio se ralentiza y crece la tensión en Escocia e Irlanda del Norte.
El impacto de la pandemia impide calcular el efecto inmediato del Brexit en el PIB británico, pero expertos e instituciones mantienen sus perspectivas de menor crecimiento a medio plazo y constatan que el comercio con la UE no se ha recuperado al mismo ritmo que los intercambios con el resto del mundo.
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La salida del bloque comunitario ha agravado además los problemas globales de suministro que afectan al Reino Unido, que debe lidiar con nuevas barreras aduaneras, y la falta de trabajadores en algunos sectores, dado que las empresas británicas ya no pueden echar mano del mercado comunitario para cubrir vacantes poco cualificadas.
A las consecuencias económicas se suma el deterioro en las relaciones internacionales. El primer ministro, Boris Johnson, presiona a sus antiguos socios para renegociar el pacto que entró en vigor en enero, una disputa que amenaza con derivar en una guerra comercial, mientras los vínculos diplomáticos entre Londres y París pasan por sus horas más bajas.
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El Brexit se materializó hace ya un año, pero su sombra no desaparecerá de la política británica en un futuro cercano, aseguró a Efe Anand Menon, director del laboratorio de ideas UK in a Changing Europe.
“Incluso si el Brexit se hubiera producido en las mejores circunstancias posibles, con el acuerdo comercial más ventajoso, continuaríamos obsesionados con la Unión Europea, porque es un gigante económico en nuestro rellano. No podemos escapar de ese hecho, por mucho que lo intentemos”, esgrime.