A lo largo del conflicto entre el Estado colombiano y las Farc, en muchas regiones del país como el departamento del Cauca las mujeres se hicieron cargo del cultivo cafetero hasta el punto de que a día de hoy dirigen una de cada tres plantaciones, admiradas en el mundo por la calidad de sus granos.
“A pesar de ser un departamento con tantos problemas de violencia, las mujeres se quedaron en las fincas, resistiendo. Eso ha hecho que haya una caficultura nueva y resiliente”, resaltó el director del comité de cafeteros del Cauca, Gerardo Montenegro, en declaraciones a Efe.
Durante los años de violencia, que el acuerdo de paz entre el Ejecutivo de Juan Manuel Santos y los insurgentes puso fin el pasado noviembre, los hombres que trabajaban en los cafetales eran blanco de guerrillas como las Farc o el ELN, así como de los temidos grupos paramilitares.
Según los responsables de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), gremio que agrupa este sector estratégico para la Colombia rural, el conflicto armado obligó a los hombres a huir a las ciudades.
En ese momento muchas mujeres se encontraron solas y decidieron salir adelante, administrando las fincas cafeteras en las que hasta entonces ellas habían jugado un discreto segundo plano.
“Generalmente, la agricultura siempre fue desarrollada por hombres, pero la mujer tiene una característica en la administración del campo y es que pone a su familia y la calidad de vida de los hijos por delante de todo”, señaló el directivo de la FNC, quien duda de que una vez acabado el conflicto con las FARC las nuevas cafeteras estén dispuestas a renunciar al poder que han ganado en las plantaciones del país.
Tania Mosquera, una de las agricultoras de esta conservadora zona del país, explicó a Efe que desde la FNC se las instó a unirse para conseguir mejores precios para el grano que cultivan a través de asociaciones de mujeres cafeteras como Aslicafé, que agrupa a poco más de 2.000 de pequeñas cultivadoras desde hace casi una década.
“Ahora nos dan la importancia que nos merecemos y se ha visibilizado nuestro esfuerzo, que era invisible. El trabajo del café era muy machista”, reivindicó Mosquera ante los ojos llenos de admiración de su hija Tania Valeria.
La mayoría de los cultivos liderados por mujeres tienen una extensión reducida, de entre una y dos hectáreas, de las que se sacan alrededor de 3.500 kilogramos de café en dos cosechas, una en junio y otra, de menor tamaño, en Navidad.
El café producido por estos grupos de mujeres es considerado de alta calidad y llega a los mercados internacionales de la mano de marcas como la italiana illyCaffè.
“Nosotros reconocemos el gran esfuerzo que hacen las mujeres y sabemos que son muy dedicadas haciendo este trabajo”, dijo a Efe la directiva de la compañía Anna Illy durante una visita de los responsables de la firma de Trieste (Italia) a la finca de “La Puentecita”, en una remota zona rural del municipio de Piendamó, en el Cauca.
Illy colabora con varias producciones cafeteras encabezadas por mujeres desde hace dos años y apoya sus proyectos ofreciendo formación y facilitando que estas trabajen con contratos de compra de café estables a largo plazo.
“Las fincas de mujeres tienen más orden y calidad, porque nosotros manejamos bien el tiempo. Las expectativas son muy buenas y veo a las futuras generaciones, como la de mi hija, trabajando en procesos más avanzados y haciendo un café que sobre todo sea sostenible”, resaltó Mosquera, quien asegura que lo único que teme, aparte de los vaivenes del precio del grano, son las serpientes que se esconden entre los cafetales de su plantación.