Antes de que el lodo, los derrumbes y la lluvia acaben con las casas de los campesinos de Pangús, una aldea en Narió, la comunidad de casi 40 familias se ha trasladado con una mezcla de nostalgia y esperanza a viviendas de nueva construcción.
Son 37 casas de una planta, edificadas por la Caja de Compensación Familiar Comfenalco Valle Delagente, que se agrupan por hileras en lo que posiblemente sea la única planicie en medio de la Cordillera Occidental de los Andes, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador.
Las familias vivían en una zona que se declaró de alto riesgo por las inclemencias climáticas y resultaron afectadas por la ola invernal de la temporada 2010-2011.
Javier Burbano, uno de los campesinos, cuenta a Efe que el ruido de la lluvia en la noche lo llevaba a “levantarse de la cama para ponerse a recorrer los alrededores” y comprobar que no hubiera daños.
“Donde estoy viviendo no es digno. No es digno para tener mis dos hijos allí (…) A la casa se le están abriendo las paredes, se está halando toda la estructura por las lluvias, el deslizamiento”, lamenta Javier.
Su hija incluso se había negado a ir a la escuela por temor a tener un accidente en el viaje de autobús hacia su centro educativo, pues ya habían estado a punto de despeñarse en dos ocasiones debido a las traicioneras vías de esa zona.
Sin embargo, a partir de esta semana la familia Burbano dispone de una vivienda nueva de 42 metros cuadrados, más 30 de zona verde.
Y como la de Javier, 36 más fueron entregadas, todas construidas por Comfenalco como operadora del Fondo de Adaptación del Gobierno, que financia la relocalización de las familias con viviendas afectadas por el clima.
Para poder construirlas, los camiones tuvieron que cargar todos los materiales por las cuatro horas de carretera serpenteante y sin asfaltar que separa Pangús de Pasto, la capital del departamento de Nariño.
“Aquí estamos haciendo patria”, sentenció a Efe el ingeniero jefe del programa, Jorge Serna, quien considera que haber acabado la construcción con éxito mandará un mensaje “de que sí se puede” llegar a estos lugares remotos del país.
Ya son 4.000 las que Comfenalco ha construido, muchas de ellas en Nariño, en algunos de los puntos más remotos o conflictivos del país, como Magüí Payán, Olaya Herrera o Tumaco.
Para los campesinos, la parte amarga del cambio es dejar la antigua vivienda y saber que debe ser demolida.
“Mi casa dicen que van a demolerla. Me da tristeza ver así mi casa, donde creció mi familia, mis hijos”, lamenta Juanito Apráez, otro de los beneficiarios.
Además, Juanito reconoce que hay otra cosa que preocupa a la comunidad, que es la súbita proximidad entre ellos: “Uno no está acostumbrado a vivir en pueblo, uno está acostumbrado a vivir en campo. Primero no creo que vaya a ser fácil. Pero eso es falta de acostumbrarse. A ratos a mí me parece chévere”.
Al fin y al cabo, las 37 familias son en realidad una sola gran familia, y así lo reflejan los tres únicos apellidos que ostentan sus miembros, todos llamados Burbano, Apráez y Zamora.
Esta cercanía también se respira en la unidad que muestra la comunidad a la hora de fiscalizar todo el proceso de construcción y reclamar las mejorías que consideran necesarias.
“Siempre nos catalogamos por la unión. Lo que hemos logrado con estas casas es un ejemplo para todas las comunidades. Igual que hicimos una lucha para esto, lucharemos juntos para todo lo que haga falta”, dice Javier con determinación.
Las nuevas construcciones solucionarán uno de los problemas más apremiantes de los campesinos, pero no lograrán dar una salida a las demás preocupaciones de una comunidad afectada en su momento por el conflicto armado y por los coletazos del posconflicto actual.
La tarde cae sobre las casas para estrenar, parece un pueblo normal y corriente, donde adolescentes montan en moto, los adultos recogen los restos de la comida y los mayores se sientan en las puertas de las casas para matar el tiempo, informa Efe.
Sin embargo, son todos supervivientes que lucharon día a día contra la dureza de un clima que estuvo a punto de llevarse sus casas por delante.