Benedicto XVI anunció hace hoy cinco años, el 11 de febrero de 2013, su sorprendente decisión: su renuncia al pontificado al considerar que ya no tenía fuerzas.
Desde entonces dos papas conviven en el Vaticano en una situación que ha revolucionado la Historia de la Iglesia católica.
Aquel 11 de febrero, el papa Benedicto XVI tenía programado solo en agenda, a las 11 de la mañana, uno de los habituales consistorios, reuniones con los cardenales, para comunicar las fechas de canonización de los 800 mártires de Otranto; la madre Laura, la primera santa colombiana, y la madre Lupita de México.
No había confesado a casi nadie su decisión, solo a los más allegados y a sus dos secretarios.
Con un hilo de voz pronunció 22 renglones en latín que anunciaron el gesto más revolucionario de la Iglesia.
Después de ver el lento sufrimiento hasta la muerte de Juan Pablo II sin que nunca se pensase en su renuncia, Benedicto XVI, que en abril cumpliría 86 años y aparentemente en buenas condiciones físicas y mentales, demostraba que un pontífice podía abandonar el pontificado.
“Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia”, comenzó su discurso en latín, reporta Efe.
“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, declaró.
Desde ese momento, todo fueron interrogantes para el mundo de la Iglesia católica: ¿Cómo se le debería llamar al nuevo papa?, ¿Era posible la convivencia de dos pontífices en el Vaticano?, ¿Cómo debería interpretarse cualquiera de sus declaraciones? o, incluso, si seguiría vistiendo de blanco.
O la pregunta que aún se le sigue haciendo a Francisco: ¿Podría también el papa argentino decidir renunciar?.
En unas declaraciones de hace unos días, uno de los secretarios del papa alemán, el sacerdote Alfred Xuereb, explicó que Josep Ratzinger “cumplió un acto heroico y de amor a la Iglesia, cuya grandeza se va comprendiendo cada vez más”.
En estos cinco años, Benedicto XVI siempre ha asegurado que no se trató de una decisión tomada “bajo presión de los acontecimientos o de una huida por la incapacidad de hacerlos frente”, al referirse a casos como los de filtración de sus documentos privados, conocido como Vatileaks, sino que fue solo por no sentirse con las fuerzas necesarias.