El obispo de Tumaco, Orlando Olave Villanova, considera que ese municipio está asfixiado entre el olvido estatal y el recrudecimiento de la violencia de grupos armados ilegales.
Olave manifestó que la situación en esa urbe portuaria del Pacífico y una de las más pobres del país está tan deteriorada que incluso muchos de sus más de 200.000 habitantes echan de menos los tiempos en que la zona era dominada por la guerrilla de las Farc.
“Hace 25 años llegó la violencia y llevamos 25 años en violencia, esta realidad de la frontera es fruto de la falta de institucionalidad, de la falta de Estado, hasta el punto que la gente dice que ‘estábamos mejor con la Farc’, eso demuestra la ausencia de institucionalidad en el territorio”, aseguró Olave.
Entre los males que aquejan a los habitantes de esa ciudad del departamento de Nariño están la inseguridad, la violencia, la falta de vías, el desempleo, la baja calidad de la educación y el deficitario acceso a los combustibles, la energía y otros servicios públicos.
El prelado afirmó que la mayoría de los tumaqueños quieren dejar de sembrar coca, pero no tienen otra alternativa de sustento. “Los pobladores no tienen otros caminos”, lamenta.
“El Gobierno no tiene la celeridad que se necesita; hace seis meses hubo una reunión (para tratar los problemas) y de ellos eran solo dos funcionarios” para atender a todo el departamento de Nariño, dice.
A modo de ejemplo, Olave explica que por un kilo de cacao a los campesinos les pagan solo 5.000 pesos y deben sacar el producto por ríos, lo cual aumenta los costos de producción, mientras que por la hoja de coca reciben mucho más y se las compran en el mismo lugar donde la siembran.
Ante esto, los tumaqueños, con el apoyo de la Iglesia católica, convocaron para este viernes una manifestación por la vida que se concentrará en el polideportivo San Judas, plazoleta en la que estuvo el papa Juan Pablo II en su visita a esa localidad en julio de 1986.
Durante la manifestación los pobladores pedirán al presidente, Juan Manuel Santos, que adopte medidas necesarias pero desde el propio territorio porque, según asegura el obispo, las soluciones propuestas desde Bogotá hasta ahora no pasan de “paños de agua tibia”.
“Hay que empezar a pensar este tipo de desarrollo que se puede instaurar y que generaría trabajo y bienestar. Para ello, lo primero que hay que hacer es sentarse, mirar y también escuchar a la sociedad civil que tiene algo que decir”, concluye el prelado.