Por: Ana María Vélez
Pánico debería darle a una sociedad cuyos líderes políticos juegan sin temor alguno al ‘a toda costa’, porque el costo puede ser irreparable. Vemos como, sin vergüenza, expresan en los debates de los no candidatos, es decir, de los integrantes de las nuevas barras bravas, escuderos y defensores acérrimos del uno o del otro, que no importa lo que salga a la luz, que no importa si tiene investigaciones, acusaciones, imputaciones o lo que sea en curso, con tal de cerrarle el paso a quien, no solo no quieren que gobierne, sino por el que claramente destilan un literal odio.
Sin embargo, allí no para todo, porque como si eso no fuera ya lo más grave, a ese discurso de quienes parece no importarles dejar en evidencia su ceguera selectiva, como caballo con gríngolas que no puede mirar hacia los lados, se le suma el: “no me importan las propuestas, lo importante es que el otro no suba”.
Así las cosas, podrían tener en sus narices las pruebas consistentes de la obra de un delito por parte de su apoderado, y digo apoderado, porque la defensa se le parece al de un feroz abogado, y aún así, ratificar el voto, el apoyo, la adhesión, el acuerdo programático o como se le quiera llamar. Dirían por ahí, que no hay Santa Lucía que valga, porque son tan capaces de que incluso saliendo sentencia de un juez, solo atinarían a enarbolar las banderas de lo que sin pena ni gloria, hoy denominan como ‘persecución política’.
“En resumidas cuentas, la primera vuelta fue la ‘del todo vale’ y la segunda, la ‘del a toda costa de lo que sea’.
Ana María Vélez.
Y le voy a agregar la perla, (y aquí cada quien que haga su interpretación) y es la no menos penosa respuesta a la pregunta sobre si no sienten temor alguno ante las ya muy reveladoras características de autoritarismo sin medida, del lenguaje tiránico, o de las claras señales de quien podría ser un dictador solapado – porque aquí quien manda soy yo-, de su elegido para gobernar, porque dicha respuesta es un rotundo “no, eso no importa, lo que importa es que el otro no suba”.
En resumidas cuentas, la primera vuelta fue la ‘del todo vale’ y la segunda, la ‘del a toda costa de lo que sea’, y al final, el que pagará será el de siempre: el pueblo, un pueblo que tristemente ha empezado a actuar de la misma forma que la del caballo con gríngolas.