Beatriz González: una parte de Colombia se “acostumbró a sus muertos”

Foto: EFE
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Una parte de Colombia se “acostumbró a la guerra” y “se acostumbró a sus muertos” para dejar en el olvido las marcas de la violencia, lamenta la artista plástica Beatriz González sobre la memoria del conflicto que unos pocos han querido borrar, pero que ella espera seguir redimiendo con su obra “Auras Anónimas”.

González, una de las figuras más destacadas del arte latinoamericano contemporáneo, intervino en 2009 los 8.957 nichos de los cuatro columbarios del Cementerio Central de Bogotá y enmarcó en ellos ocho siluetas de soldados y campesinos cargueros de muertos en un esfuerzo por convertir ese espacio, que estaba a merced de la ruina y la indiferencia, en un sitio de duelo.

Inspirada en sobrecogedoras imágenes de la violencia, que fueron capturadas por fotógrafos en todo el país, González hizo de este un sitio para aliviar el dolor de las familias que nunca encontraron a sus seres queridos desaparecidos por el conflicto.

“Los desaparecidos no tienen nombre, no tienen sitio, entonces yo pienso que darles un sitio de duelo a los desaparecidos es realmente una faena y estoy convencida de que eso va a darle una tranquilidad espiritual donde estén”, asegura la artista en entrevista con Efe.

Aunque en 2005 fueron retirados los últimos restos que permanecían en los columbarios, González propuso que el lugar fuera conservado en memoria de las miles de auras que allí reposaron. Con su arte esperaba “capturar” esas auras y “sellarlas” con lápidas en las que se repiten innumerables veces las figuras de los cargueros.

Desde el principio de la intervención y hasta ahora, según dice, su obra ha sido “un homenaje a los desaparecidos”, de los que hay unos 100.000 en el país, aquellos que nadie buscó o no han sido encontrados.

GALERÍA FÚNEBRE

Los nichos del Cementerio Central de Bogotá albergaron durante mucho tiempo cuerpos de las víctimas de “El Bogotazo”, una asonada tras el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, en la que murieron por lo menos 550 personas en la capital del país.

Para conservar el lugar, en el que hace dos décadas se pretendía construir un campo de fútbol y un patinódromo, la artista presentó el proyecto al que se opuso en los últimos años el exalcalde de la capital, Enrique Peñalosa, quien propuso levantar en el predio de los pabellones fúnebres un parque recreativo.

Sin embargo, el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural decidió hace poco más de un año incluir los columbarios en la declaratoria como bien de interés cultural del cementerio y pidió garantizar la obra de González “como un monumento público abierto que invite a la reflexión y la contemplación”.

“¡Este proyecto ha pasado por tantos vericuetos!”, recuerda González. “Todo ese intríngulis es como altos y bajos, pero ahora sí estoy convencida que ya no tiene más bajos”.

LIBRO PARA LA MEMORIA

La artista acaba de presentar el libro “Beatriz González: Auras Anónimas”, un testimonio que recoge la lucha por salvaguardar el lugar, “para que no se olvide” lo que ha vivido y sufrido el país.

“Si no hacíamos un libro no quedaban consignados todos los avatares que hemos sufrido. Desde 2003, esto ha sido un sube y baja. Se necesitaba un libro que le diera fondo a todo el sufrimiento que ha habido alrededor de este sitio y a todo lo que se ha tratado de hacer y no se ha podido hacer”, asegura.

González escribió un capítulo sobre la construcción de su obra y por qué para ella siempre ha tenido sentido hacer este tipo de intervenciones públicas.

El libro también recoge un texto de Rubén Chabaco, que aborda los puntos de vista desde los que se pueden asumir los columbarios; un capítulo de Jorge Orlando Melo sobre la historia del Cementerio Central de Bogotá; otro texto del curador de arte Cuauhtémoc Medina sobre la obra de González como referente del arte plástico, y una cronología de Natalia Gutiérrez.

“No hay que perder la esperanza. aproximarse a la historia del país y la memoria no es vano”, alienta González. Efe