En la ecuación del escenario político del que algunos deciden participar, multiplican sin dividir, restan sin sumar y defienden lo indefendible.
En la ecuación del escenario político del que algunos deciden participar, multiplican sin dividir, restan sin sumar y defienden lo indefendible: “conocen a muchos, pero a ellos nadie les recuerda”.
Suele suceder, el caudal electoral propio a veces es tan grande como el ego de gobernantes y candidatos motivados solamente por la intuición, se la pasan blofeando para todo: informes de gestión con datos estadísticos irreales, cifras distorsionadas en relación a sus votantes y toda suerte de proyecciones sin un plan claro que justifique campañas austeras, donde según ellos: “la gente está obligada a quererles”.
El exceso de certeza y la especulación termina erosionando la confianza de la población en los políticos y funcionarios públicos, esos que están desinformados y que lanzan conjeturas todo el tiempo sobre la base de supuestos que no existen.
Creen que nadie se percata del engaño: proyecciones económicas sin sustento, cifras sobre mejoramiento del empleo, seguridad, educación, salud o disminución de la corrupción sin ningún tipo de sustento, en fin, la respuesta real a lo que pasa siempre se mide en las urnas y no en los discursos.
Los políticos latinoamericanos de todas las vertientes casi siempre están detrás de ganar apoyo popular, desviar la atención y mantener una narrativa que se adapte a sus intereses, el problema es que su principal reto hoy día, debe dirigirse a afrontar la pérdida de credibilidad, la desinformación y la ausencia de juntarse incluso con los que piensan distinto.
El día que los neo políticos empresarios entiendan que sus empleados no tienen obligación de devolver el voto a cambio de un puesto trabajo o los líderes de nicho caminen por las calle en lugar de navegar a expesas del algoritmo, las cosas van a cambiar.
“Las apariencias no engañan, las que engañan son las expectativas”.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político
