La dicotomía de un político latinoamericano radica en equilibrar sus intereses personales y los intereses de la gente.
Participar en política hace que los seres humanos respondan a diferentes motivaciones, algunos pueden buscar el bienestar de la sociedad, mientras otros, remiten su ejercicio a atender intereses propios: dinero, fama o poder.
Está mas que claro, todos manifiestan un deseo que aparente o no, se basa en influir en decisiones para la sociedad, defender ideales y valores, buscar el poder o tener un impacto positivo en la historia, mientras del otro lado están los electores según los cuales hay personas que no se deben involucrar en política para enfocarse en otras áreas de liderazgo.
Al fin y al cabo cada uno quiere algo, ahora: ¿en qué momento se pierde el norte?, ¿si lo que quieren es ayudar personas por qué no dedicarse a una fundación de caridad?, ¿si buscan dinero, por qué no incurrir en el comercio?, ¿si hay anhelo de fama, por qué no potencializar el talento artístico?.
El poder debe ser la capacidad de tomar decisiones y ejercer influencia en la sociedad, sin embargo el desdibujado concepto, justifica la corrupción, antepone intereses personales y promueve falta de transparencia, estamos ante un alto grado de inconsecuencia y disparidad en la vida pública, privada y secreta, de cada uno de nuestro autoproclamados líderes.
Cuando comienzan los gobiernos aparecen los de las soluciones mágicas, esos que resuelven en papel así la realidad siga siendo confusa, algunos dedicados a hacer culto a la adulación y a resolver la vida de un mandatario, mientras tanto la sociedad se da cuenta de todo, a veces en elecciones, cobra por ventanilla.
Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político
