Monopolio

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Por: Andrés Villota

El monopolio del derecho a la protesta social, en el mundo, se volvió propiedad de los movimientos comunistas con nombres disímiles, en apariencia, pero que encarnan, todos, al mismo comunismo radical y salvaje de Sorel, Lenin, Largo Caballero, Gentile, Mussolini, Hitler y Stalin.

Ser los dueños de la protesta social le impide a la mayoría de la población, cuestionar, expresar o manifestar su inconformidad frente a las atrocidades y barbaridades con las que, los comunistas, atemorizan, doblegan y dominan a la sociedad.

Tienen el monopolio de la violencia y del terrorismo, amparados en la protección de los derechos humanos de los hampones, el desarme de la población civil, de la que son sus principales promotores, y en la neutralización operativa de las Fuerzas Armadas, de la que son sus autores.

Tienen el monopolio para ser salvajes y trogloditas que garantiza la impunidad sobre todos sus crímenes. En el monopolio del uso de la fuerza, relevaron a las Fuerzas Armadas, y los únicos que pueden portar y usar armas, son los grupos paramilitares como ANTIFA, BLM, La Primera Línea y su Frente Feminista, La Guardia Indígena, El Tren de Aragua o Los Colectivos Chavistas.

Tienen el monopolio de la libertad de expresión. Solo los dogmas del comunismo pueden ser difundidos en las redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales, nadie puede decir algo sensato, coherente, evidente (como que solo hay hombres y mujeres) o razonable porque, inmediatamente, es aniquilado por los ciber esbirros que son recompensados con jugosos contratos que le pagan todos los contribuyentes. Venden sus propuestas anacrónicas como la falsa voluntad de la mayoría.

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El aparato de censura neonazi está en actividad permanente, adaptando la quema de libros de 1933 a los nuevos tiempos. Han apelado a la corrección política para evitar que alguien diga lo que incomode o les recuerde su esencia criminal acusándolos de promover el discurso del odio. Censuran a todos los que no militan en el comunismo, a la par que extorsionan, usando el erario público, a los medios de comunicación tradicionales para que digan lo que les pagan por decir.

Incluso, se ha demostrado que periodistas de pacotilla, venidos a menos porque los echaron de los grandes medios, cobran por fabricar noticias que favorezcan al que los contrata y por desacreditar a sus enemigos, a los que exterminan en un par de columnas o en un par de comentarios en alguna red social decadente.

Se convirtieron en los dueños del monopolio de las mentiras y afirman, sin pudor, que ellos, los fascistas, están protegiendo a la civilización occidental de los fascistas. El principio de la transposición al que se refería, Joseph Goebbels, el jefe de propaganda del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI). Culpar a sus adversarios de los crímenes y atrocidades, cometidos por los NAZIS. Fácil.

Tienen el monopolio del saqueo a las arcas públicas que, además, siempre queda impune porque se elimina los frenos y los contrapesos propios de las democracias más evolucionadas, en medio de ambientes totalitarios como los creados en todos los países iberoamericanos, subyugados por el comunismo. Ese derecho a saquear es, también, un monopolio del comunismo que justifica su accionar criminal porque existe una “deuda histórica” de la sociedad con ellos.

Se adueñaron del monopolio de la justicia. Acusan sin fundamento a sus enemigos, sin pruebas, con base a burdos montajes que fabrican sin mayor precaución porque los jueces, a todos los niveles, son de los mismos miembros de esa logia tenebrosa que se apoderó de todo con el único objetivo de proteger a los suyos y de aniquilar a todos los que no hagan parte de su cofradía de facinerosos.  

Se apropiaron, también, del monopolio de la democracia, entonces, ahora la defienden y la “promueven”. El comunismo totalitario, el del partido único, el de la persecución a la oposición, el de los fusilamientos a los ricos, el de la dictadura del proletariado, el del absolutismo despótico, el de las dictaduras eternas de China o de Cuba resultó, de repente, siendo el guardián de la democracia.

Invocan a la Constitución, a la libertad y al orden cuando se trata de justificar el robo del resultado de alguna elección o cuando pretenden hacer desaparecer a sus contrincantes para que las elecciones, al final, siempre sean con partido y candidato único, el de ellos.

Se roban el resultado de las elecciones para evitar que gane alguien de extrema derecha que atente contra la democracia, como lo dijo Molly Ball en el artículo Secret History of the Shadow Campaign That Saved the 2020 Election, publicado en la revista Time a los pocos días que Joe Biden llegó a la Casa Blanca.

Tienen el monopolio de robarse el resultado de las elecciones. A pesar de la contundencia de las pruebas que demuestra el fraude electoral, le salen al paso, acusando a las victimas del robo, de querer dar un Golpe de Estado y de violar la Constitución como si un articulo de la Constitución promoviera y legitimara el fraude electoral.

Los únicos con licencia para tomar y destruir Capitolios son los comunistas que lo hacen sin que se considere un acto terrorista, un golpe de Estado o un atentado contra la democracia. Sus promotores y financiadores, no son acusados y, por el contrario, son exaltados como héroes que defienden la democracia.

Terroristas que se disfrazan de grupos sociales o de minorías supremacistas, que dicen realizar actos de protesta social para tener una patente de Corso. Pretenden forzar a la sociedad a adoptar su ideología por la fuerza, infundiendo terror.

La roja nariz de Gustavo Petro se ha metido en muchas partes. Justificó el holocausto del capitolio de Guatemala ocurrido en noviembre del 2020, del que estuvo de acuerdo y aplaudió porque “estaban luchando contra la corrupción de Alejandro Giammatei”.

Una turba enardecida de la comunidad LGBTIQ+ irrumpió de manera violenta en el Congreso de México porque alguien se opuso a una ley que favorecía a los travestis. En España la extrema izquierda promovió actos fascistas como “Rodeen al Congreso” porque había sido una orden impartida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de extrema izquierda. No olvidar que el Partido Nacional Socialismo Obrero Alemán (NAZI) desciende del PSOE.

En Colombia un grupo neonazi de aborígenes, intentó tomarse el capitolio colombiano y, otro grupo neonazi, arrasó de manera salvaje, el campamento de una empresa petrolera de origen chino y secuestró y asesinó a miembros de la Policía Nacional de Colombia.

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En Kentucky, Oklahoma y Tennessee, grupos de terroristas disfrazados de travestis, se han tomado los Capitolios. En Estados Unidos, los miembros del movimiento comunista WOKE, se convirtieron en una amenaza pública por su violencia irracional que ha llevado a sus miembros a perpetrar 4 masacres en los últimos meses.

Tienen el monopolio de crear teorías conspirativas para defender y justificar todos sus actos criminales, sin que sean calificados de teóricos de la conspiración. En Colombia, para defender a Gustavo Petro, su líder supremo, han creado rumores que van desde que le van a dar un Golpe de Estado hasta que tiene un cáncer terminal, para causar lástima y evitar los señalamientos y los cuestionamientos de la opinión pública.

También, para justificar su inasistencia a los actos públicos y a los eventos propios de su cargo, han llegado a decir que es un alcohólico y que para quitarle las borracheras, ha tenido que hacer “trampa”. Incluso, han llegado a decir que sus actos de corrupción y saqueo de las arcas públicas son para mostrarle a Colombia lo que hicieron sus antecesores en el poder.

La hegemonía comunista se fortalece en Estados Unidos e Iberoamérica a pesar de la debacle de las economías, de la nula favorabilidad que tienen sus gobernantes y del rechazo generalizado de la sociedad a su discurso anacrónico.

Se fortalece porque lo controlan todo. Monopolizaron las instituciones, la justicia, la verdad, ante la mirada atónita, pero complaciente, de una sociedad que se dejó expropiar todo, hasta la libertad.