Somos seres humanos, esa es la cuestión, prometer nos hace incumplidos, en todos los niveles cada uno está pendiente de su individualidad.
Alguna vez te has preguntado: ¿Por qué nada funciona?, ¿por qué las cosas no resultan como la mayoría esperamos?, pues bien, es la historia del estado a merced de la suerte, del milagro y de la improvisación; planifican demasiado pero están sujetos a una inestabilidad constante.
Canibalismo puro para sacar de la escena inocentes o culpables, funcionarios atornillados esperando envejecer a la espera de su pensión, nepotismo, soluciones sacadas de un sombrero mágico, plan tortuga para retrasar los procesos, títulos falsos y ausencia de preparación, incoherencia en las decisiones, en fin, la lista es interminable cuando de calificar administraciones se trata.
Somos seres humanos, esa es la cuestión, prometer nos hace incumplidos, en todos los niveles cada uno está pendiente de su individualidad y no del deber ser, ese que supone un compromiso con la lógica.
Es paradójico, en muchos casos estamos gobernados por la demencia, algunos tienen poder pero no tienen la seguridad para ejercerlo, otros creen tener un poder que solo está en su mente y muchos simplemente creen la versión del covero adulador, ese que se ríe de todos los chistes para enaltecer el ego del proveedor.
Nuestros pueblos latinoamericanos, lejos de ideologías, todas terminan en lo mismo: “el odio a la contraparte”, están a merced de situaciones inesperadas o inexplicables, pues si bien el caos del estado permite ser predictivos ante la probabilidad estadística, no deja de haber eventos improbables que nos tienen a la deriva.
A veces las cosas simplemente salen bien o mal sin que podamos explicar por qué, ese es el asunto, la política se ha vuelto hablar “mucho de todo y poco de nada”.
Cuando por fin se profesionalice el ejercicio de lo público y se deje de premiar la mediocridad: ese día, el talento, la disciplina, la coherencia y la sensatez, derrocarán el caos.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político