Un buen oponente tiene una causa, sabe integrarse y comparte el interés de las minorías que le ayudan a sumar con lo que le falta.
Mientras los gobiernos de turno abastecen su ego a expensas del hipócrita adulador, administran el capital que, por encima de cuestionamientos, hace más efectiva la búsqueda de votos y les lleva a disfrutar de los canapés de la burguesía; por su parte, los oponentes que no se integran, generalmente fracasan en su intento al no entender que unidos se llega más lejos.
Es tan simple como entender que las cuentas no dan, las cifras no estiran y la falta de sensatez pasa factura a los que con ilusión asumen el voto como una obligación del elector y no como un premio al cortejo adecuado.
No es una constante pero suele fundamentar el camino al fracaso de una oposición mal llevada: diferencias ideológicas, conflicto de egos y vanidad, presiones externas, intereses personales o partidistas, falta de comunicación y extraña escogencia de prioridades, son factores que se asumen solo hasta después de la debacle.
No cabe duda “el voto” está en la calle y no en las redes, menos en los medios, el placer para pocos convencidos, no tiene valor al lado de los ques resuelven el cuestionamiento: ¿que quiere realmente el elector?.
Una vez el fracaso de oponentes mal llevados, llegan como consecuencia la debilidad política, la pérdida de credibilidad
y toda suerte de consecuencias negativas cuando de lograr nuevos objetivos se trata.
Un oponente sensato formula alianzas impensadas, consigue lo que le falta y que no está del lado de sus más leales escuderos, sede espacios y entiende la sumatoria de causas, así las cosas puede conseguirse mejores resultados.
Un buen oponente tiene una causa, sabe integrarse y comparte el interés de las minorías que le ayudan a sumar con lo que le falta.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político