Cada vez que desplegamos el insultarlo para referirnos a un autoproclamado líder, parece que hablamos de la misma persona lejos de la ideología o contexto territorial que queremos citar.
Mentiroso, autoritario, egoísta, ventajoso, desafiante, narcisista, impuntual, soberbio, agresivo, ingrato, arrogante, rencoroso, ególatra, intolerante, discriminador o incapaz, son apenas algunos de los calificativos que empleamos para referir responsables del poder; llenos de odio tenemos un culpable de nuestros males y dolencias, al final del día las características, son de cualquiera en la izquierda, la derecha o el centro.
No cabe duda, la política, ese singular escenario que contrasta emociones no es cuestión de ideologías; los valores, principios, deberes y acciones deben estar en cualquier esquina.
Está demostrado que aceptar sobornos o utilizar el poder para beneficio personal, ocultar información o manipular datos para engañar, son conductas reprochables que están en todos los bandos.
Le puede interesar: Columna de opinión: No les pagan con botones
No todos merecen las acusaciones y hay quienes quieren dejar legados y marcar la diferencia, sin embargo, usar la autoridad para intimidar o castigar a opositores o críticos no está bien, usar la discriminación y ser ineficientes, pasa factura.
Más transparencia, cero provecho populista en busca de apoyo, cumplir la ley y revocar reinados protagonistas de la división entre grupos, hacen parte del propósito ético, la transparencia y la responsabilidad en la gestión pública, ahí radica la clave del éxito.
“El que quiere ejercer el poder debe tener pudor, un dirigente moderadamente sensato sabe entenderlo”.
Por: Freddy Serrano Díaz.
Estratega Político.