Ni siquiera la derrota del Porto en Anfield clarificó el futuro en la Liga de Campeones del Atlético de Madrid, incapaz de jugar a nada ante el Milan, doblegado por 0-1 y sin matices por un adversario que creyó más en la victoria, que propuso más para lograrla y que la consiguió en el minuto 87, con el cabezazo certero de Messias Júnior para descubrir al conjunto rojiblanco una realidad irrebatible de su actual nivel en Europa, con su continuidad en la ‘Champions’ pendiente de un triunfo indispensable en Do Dragao o de algo más, si el conjunto italiano vence al Liverpool.
En el minuto 71, cuando Stefan Savic surgió desde el suelo para repeler el remate de Bakayoko, el Atlético ya sintió con total nitidez el miedo. Cuando el atacante batió a Jan Oblak con un cabezazo cómodo, franco, incontestable, ya comprobó que la Liga de Campeones, sea cual sea el rival, exige mucho más de lo que ofreció el conjunto rojiblanco este miércoles en el Wanda Metropolitano.
Imposible el primer puesto, como los cuatro años anteriores, inalcanzable el equipo inglés, el segundo aún lo tiene en disputa, más apurado -o indefinido- aún que hace un curso cuando se lo jugó en Salzburgo. Ahora competirá por él en la última jornada en Do Dragao. Pero también en Milan. El equipo italiano entrará en la ecuación si gana al Liverpool. Entones decidiría la diferencia de goles general, que por ahora la tiene perdida el Atlético, con lo que debería vencer por al menos un tanto más que el Milan. Un lío.
El Atlético necesitaba como poco empatar. Ni siquiera lo hizo. No hay términos medios ni matices ni ninguna excusa o coartada para rebajar todo lo que está en juego para el conjunto rojiblanco, que, desde hace bastante tiempo, no está para desafíos de mucha altura en la Liga de Campeones. Pero una cosa es eso y otra vivir en el filo cada comparecencia en los últimos tiempos en la fase de grupos de la máxima competición europea. En la actual sólo ha ganado uno. De sus últimos 19 duelos, nada más venció seis.
Avisado estaba el Atlético de San Siro, de aquel partido de la segunda cita que ganó de forma agónica contra diez al Milan, de aquella media hora en la que fue desbordado por el conjunto italiano, por una presión que retrata al equipo rojiblanco en escenarios similares, cuando el rival le exige una velocidad, una visión y una movilidad en la salida hacia el medio campo que no tiene y que lo pone en evidencia. También desprende una cuestión de intensidad.
Lo sufrió de nuevo en la puesta en escena de un partido estresante, que requiere una rapidez en la ejecución de cada pase, de cada regate, que condena cada pausa con la pérdida de la pelota o con el agarrón, con cualquier otra situación menos la progresión hacia arriba, tan contadas con terreno por delante en el primer tiempo para el Atlético, que anhela al mejor Carrasco, que crece cuando Lemar y Llorente son más profundos o De Paul promueve el pase, que enlaza mejor cuando es Griezmann quien ejerce esa función o que golea cuando encuentra a Luis Suárez en el área. Pero todo eso hoy ocurre muy poco en el equipo rojiblanco, sin clarividencia.
Cuando lo logró se sacudió una presión que, por momentos, lo rebajó a una secuencia imprecisa y repetitiva con el balón. No sólo lo padeció cuando tuvo la posesión, sino también para la recuperación cuando la dispuso su rival, un Milan que tiene lo que tiene, pero que se mueve bien y que se ilumina cuando la pelota es de Brahim Díaz, indetectable por momentos para el Atlético.
Tiene personalidad, presencia y clase, más allá de las revoluciones que le sobraron en alguna acción, en algún pase que se quedó en nada o en la propia precipitación Le falta elegir mejor el momento y la dirección del pase. De haber estado más fino en ellos, el Atlético lo habría pasado peor en términos defensivos en la fría noche en el Wanda Metropolitano.
No hubo ni una sola ocasión merecedora de tal expresión hasta el segundo tiempo, hasta el minuto 47, con un tiro de Lemar. Casi la única en todo el duelo del Atlético. Antes, lo más cercano fue el remate a los dos minutos y 15 segundos de De Paul, invalidado por fuera de juego. Nada más. Sobre todo, porque Savic fue providencial en un corte a un pase amenazante de Brahim, porque un centro chut de éste aparentó más de lo que fue y porque Theo conectó una volea alta en una de sus habituales incursiones ofensivas.
Ni la opción de Lemar cambió la cara al Atlético, rebasado de nuevo por el Milan, incapaz de hacerse con el control del juego, temeroso en su defensa, inexpresivo en ataque, cuyo único alivio procedía desde Anfield, por el gol con el que el Liverpool ya ganaba al Oporto, que ponía algo de luz al apagón generalizado que sufría el equipo de Diego Simeone en su casa, contra el último del grupo, contra un oponente que no ha ganado nadie aún en esta edición de la máxima competición europea, con la única sensación, preocupante, de que si alguien merecía el triunfo entonces era el bloque italiano.
No lo hizo porque Savic se cruzó en el disparo de Bakayoko que apuntaba al 0-1. Era el minuto 71. También una advertencia ya seria, ineludible para el Atlético, con Ibrahimovic ya sobre el terreno, con el naufragio a la vista, una realidad en el minuto 87 cuando el cabezazo de Messias Júnior lo aproximó al abismo de la eliminación. En Do Dragao se juega los octavos de final. Necesita ganar. Y esperar que el Milan no venza al Liverpool por los mismos o más goles que él. Efe