Feria del Libro de Bogotá trae lecciones para desromantizar las provincias

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Convencida de que “si el mundo es violento, ¿por qué no iba a serlo un pueblo?”, la escritora argentina Selva Almada se unió en la Feria del Libro de Bogotá (FilBo) a su coterránea Dolores Reyes para romper con el “romanticismo” que pesa sobre la ruralidad y provincias en las que todo el mundo parece ser “bueno”.

Almada, que creció hasta los 17 años en Entre Ríos, uno de esos pueblos a los que se refirió en el conversatorio “Escribir desde y sobre la provincia”, destacó la “naturalización” de los abusos cuando son visibles, como sucede con el patrón que maltrata a sus peones en el campo.

“Para un pueblerino (…) la violencia es solamente el motochorro (ladrón en motocicleta) que va en una moto y te roba la cartera”, apuntó Almada al tiempo que reconoció que vuelve a estas narrativas “una y otra vez” porque le “sigue pareciendo un tema muy sugestivo y potente”.

CONSTRUIR UN NUEVO LENGUAJE

Obsesionada con los menores que quedaban huérfanos por cuenta de los feminicidios en México o Argentina, Dolores Reyes decidió construir un nuevo lenguaje a través de personajes como el de “Cometierra”, protagonista de la novela que lleva el mismo nombre y que descubre, comiendo tierra en el cementerio, que puede visualizar la historia de los cuerpos ahí enterrados.

“Una novela no es solamente una trama sino un estado de lengua ahí adentro construido, y eso también es una disputa territorial y de lenguas”, aseguró la autora al tiempo que denunció la estigmatización que sufren los jóvenes cuando son castigados por el mundo de los adultos.

Esta idea de abrazar nuevas formas de escribir también estuvo presente en otros conversatorios de la FilBo como el de “Desarraigo I: la experiencia de crecer y escribir en lugares ajenos”, donde la uruguaya Fernanda Trías se refirió al nacimiento de una nueva suerte de “artificio” que funciona como una lengua.

Para Trías, en el marco de un mundo en el que el concepto de “lejanía” ya no significa lo mismo que antes y donde la circulación de personas hacia cualquier punto del globo cada vez es más común, la migración de expresiones ha logrado cosas como que los argentinos y españoles hablen de “tusa” para referirse al despecho por amor.

“Cuando escribí ‘Mugre Rosa’ ya hubo un editor (uruguayo) que me marcó algunas cosas que le parecían raras o poco uruguayas”, recordó la escritora que reside en Bogotá, asegurando después que, en adelante, abrazará esa “mezcla” que forma parte de todo lo que es y a la que algunos bautizaron como “lenguaje bastardo”.

EL SENTIDO DE LA LITERATURA

Esta capacidad que tiene la literatura de llevar a los lectores nuevas formas de expresarse se une a la oportunidad que para Almada representan obras como “Chicas Muertas”, título de no ficción en el que buscó restituir la memoria de tres jóvenes argentinas víctimas de feminicidio.

“El motor (de la obra) fue que no se perdiera la memoria de estas chicas (…) a las que mataron físicamente desde el lado de la Justicia, porque nunca se hizo justicia, y a las que estábamos matando de nuevo olvidándolas”, sentenció la escritora.

Al respecto, Reyes apuntó a la literatura como una “experiencia simbólica” necesaria para romper con un “mandato de silenciamiento” vinculado a la violencia machista y que afecta a una América Latina que cae en el cuestionamiento moral de sus víctimas de feminicidio.

“Esto hay que contarlo porque se ha silenciado en una manta de vergüenza y de dolor paralizante. La literatura también permite accionar desde ese lugar y no quedar paralizados en el dolor y la pérdida”, concluyó la argentina.