Los chimpancés eran más propensos a contagiar el comportamiento de acicalamiento cuando lo observaban en otro individuo con el que tenían una relación estrecha.
El juego social entre chimpancés adultos no suele ser un comportamiento cotidiano, pero existe, a veces durante toda la vida, y se produce especialmente antes de participar en actos que requieren una cooperación colectiva o para relajar situaciones de tensión.
Al menos, ese es el caso en tres grupos cohesionados de chimpancés que viven en la selva de Taï, en Costa de Marfil, aunque su comportamiento puede o no reflejar el juego en otras poblaciones de estos animales, ya que cada una puede presentar estrategias y comportamientos únicos.
Así lo indica un equipo de investigadores, encabezados por Liran Samuni, del Centro Alemán de Primates, que publica en Current Biology sus descubrimientos sobre el comportamiento de juego entre los chimpancés adultos de la selva de Taï.
El estudio indica que el juego social adulto en estos animales puede fomentar una serie de comportamientos cooperativos, desde interacciones didácticas hasta actividades complejas y arriesgadas que requieren la coordinación de varios individuos, destacó Samuni.
Aunque no se habían realizado estudios previos sobre el juego en chimpancés adultos salvajes, se vio que en los grupos estudiados, un total de 57 ejemplares, tanto machos como hembras juegan juntos con regularidad.
El equipo identificó un fuerte vínculo entre este comportamiento social positivo, conocido por provocar emociones alegres, y algunas de las formas más intrincadas de cooperación observadas en especies no humanas.
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Un juego social que suele incluir acciones físicas como lucha, mordiscos simulados, bofetadas, tirones o persecuciones y que se enfatiza mediante lo que los autores llaman ‘caras de juego’ y vocalizaciones jadeantes, que comparan con las sonrisas y risas humanas.
Los chimpancés adultos eran más propensos al juego social antes de participar en actividades de grupo, como la caza o la defensa territorial contra extraños hostiles.
El juego también se producía con más frecuencia en momentos de mayor tensión social, como durante la competencia por las parejas o tras disputas, lo que sugiere que podría ofrecer un medio para aliviar la tensión y resolver conflictos.
Los ejemplares que jugaban juntos eran más propensos a colaborar en las diversas tareas que implicaban cooperación y si lo hacían con un solo individuo, a menudo eran compañeros sociales cercanos, lo que ilustra la fuerte conexión entre el juego, la familiaridad y la confianza.
La prevalencia del juego adulto en esta población especialmente unida puede reforzar la idea de que “las sociedades caracterizadas por la cohesión y la tolerancia también presentan frecuencias más altas de juego adulto”, indicó Samuni en un comunicado.
Los investigadores quieren saber más sobre cómo se compara el juego en los chimpancés del bosque de Taï con el de otros grupos y observar si deciden jugar como estrategia para fomentar el compromiso o si los efectos positivos propician de forma natural la cooperación sin que los animales lo pretendan.
El comportamiento de los chimpancés, en este caso de Zambia, fue también objeto de otro estudio que publicó ayer Plos One.
La investigación indicaba que estos animales son más propensos a participar en juegos o a acicalarse entre sí si ven primero a otros realizar estos comportamientos, un contagio que puede reforzar los lazos sociales y aumentar la armonía del grupo.
En cambio, el comportamiento lúdico era más contagioso en los chimpancés más jóvenes, pero no se veía afectado por la fuerza del vínculo social.
EFE