A propósito de la celebración del Mes de la Madre, hay dos madres colombianas que no solamente sobresalen por su compromiso y dedicación sino porque se arriesgaron a una de las tareas más duras: sacar adelante a sus hijos sordos.
Se trata de Melissa Díaz, mamá de Yuliam Enriquez, campeón nacional de paranatación con 16 años de edad y una discapacidad que no lo ha detenido en sus sueños de llegar lejos.
“Cuando era bebé, Yuliam percibía los sonidos. Lo llevaba a los controles de crecimiento y desarrollo cada mes, y nunca me mandaron a tomarle exámenes auditivos. En su fiesta de los dos años de edad, tuve la gran certeza: mi hijo era sordo”.
A pesar de esta discapacidad, Yuliam, a punto de cumplir los
17 años de edad, se prepara para representar a Colombia en los juegos Deaflympcs 2021 en Brasil, entrena todos los días en una nueva realidad denominada pandemia, con todo y su pérdida auditiva.
Si bien no puede escuchar de manera natural, desde los ocho años de edad cuenta con una especie de “oído biónico”, un implante coclear, que se pone en las salas de cirugía en Colombia desde hace más de 25 años y que permite que Yuliam pueda escuchar y llevar una vida normal desde hace más de 13 años.
Desde los 10 años ha participado en torneos distritales, interligas, nacionales y a nivel convencional y no convencional, con importantes reconocimientos. El más reciente en los Juegos Panamericanos de Bolívar en 2019, en donde obtuvo siete medallas de oro en distintas modalidades.
Él siempre ha estado a la par de sus competidores.Así lo confirma Jonathan Bareño, audiólogo y experto clínico de MED-EL, quien considera que gracias a la tecnología, una persona con discapacidad auditiva puede estudiar, ir a un concierto (antes de la pandemia, claro), escuchar música y hasta nadar, como sucede con Yuliam.
“Un implante es hoy un dispositivo súper equipado, hecho para durar y suplir esa necesidad, así como brindar la estimulación auditiva y estando a la vanguardia de lo que la vida hoy demanda”, comenta Bareño.
Julián, el músico
Muy lejos del hogar de Melissa, en Medellín, vive Lina, también madre de un adolescente con pérdida auditiva y nombre similar: Julián Gómez.
Julián toca el piano desde los cinco años de edad y fue implantado a los ocho meses por sordera bilateral profunda.
Recibió, como todos los pacientes que resultan aptos para usar implante coclear, una serie de rehabilitaciones para poder comunicarse mejor. Hoy lleva una vida normal e incluso ahora se dedica también al badmington, un deporte parecido al tenis que se practica en una pista más pequeña.
Cuando a Lina le ratificaron a los ocho meses de edad que su hijo no escuchaba, sintió que su vida se venía abajo. “Fue muy duro y nos costó mucho aceptarlo”, confiesa.
Lina confiesa que con diagnóstico de una enfermedad auditiva llamada hipoacusia neurosensorial bilateral profunda o sordo sintió junto con su esposo, un sentimiento tan hondo como cuando se vive un duelo. “No veíamos la luz. Empezamos a tocar puertas y hubo quienes nos dijeron que nos resignáramos a que Julián usara el lenguaje de señas.
La invitación de Lina invita a generar empatía frente a este tipo de problemática. “Uno se da cuenta de que hay familias pasando por la misma situación y que uno no está solo. Hay más casos de pérdida auditiva de los que uno se imagina, pero afortunadamente hoy existen ayudas para escuchar, gracias a la tecnología”, afirma.
Si bien Lina y Melissa aún no se conocen, comparten una historia en común como madres: sus hijos hacen parte de los 5 millones de personas que en Colombia tienen algún tipo de afección auditiva, según el Ministerio de Salud.
Según las proyecciones de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) , para 2050 una de cada diez personas padecerá algún grado de discapacidad auditiva. En la actualidad, existen alrededor de 466 millones de personas que sufren sordera moderada o severa y se estima que en 2030 la cifra llegará a 630 millones y en 2050 casi 900 millones, según la OMS.