Natalia Orozco: Acuerdos de paz están en cuidados intensivos

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Natalia Orozco, la realizadora de “El silencio de los fusiles” sobre las negociaciones en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc, considera que los acuerdos de paz firmados hace un año se encuentran en “cuidados intensivos” por intereses oscuros y su politización en el Congreso.

“Yo siento que lo que hicimos en Colombia fue histórico. Acabamos con la guerra más antigua del continente”, señaló la paisa en una entrevista a Efe con motivo de su participación en Ginebra en el Festival FILMAR en América Latina.

“Sin embargo, esos acuerdos están absolutamente amenazados, en cuidados intensivos, especialmente ahora, por la manera en que se están legitimando dentro del Congreso” los acuerdos, sostuvo.

La periodista opina que en el Congreso hay una “amplia mayoría que siempre se opuso a los acuerdos de paz” y un “miedo en amplios sectores a que conozcamos la verdad” si las Farc hablasen ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y vinculasen a congresistas, grandes empresas y a grandes terratenientes con la guerra.

Orozco, que ha dedicado cinco años a grabar y montar su filme, considera además que, de cara a las elecciones presidenciales en 2018, “cada parte intenta capitalizar los puntos más vulnerables y frágiles que siempre existen en un acuerdo de paz”.

arc y al que Orozco siguió con las cámaras durante el proceso en La Habana, fue elegido este mes como candidato del Partido Liberal Colombiano para las elecciones, a las que también pretende concurrir el líder de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”.

Orozco cree que “Timoleón Jiménez” no llegará lejos en esas elecciones si finalmente se presenta, porque para la sociedad puede ser una “afrenta”, pues “las heridas siguen abiertas y siguen sangrando”.

Para la periodista el “verdadero referéndum no fue el del 2 de octubre (cuando el primer acuerdo de paz fue rechazado), sino el próximo año, cuando Colombia va a tener que votar si seguir la guerra o apostar por comenzar a construir la paz”.

Para su documental, Orozco entrevistó al presidente Juan Manuel Santos, y a su equipo negociador, del que formaban parte, entre otros, Humberto de la Calle y el entonces alto comisionado para la Paz del Gobierno colombiano, Sergio Jaramillo.

También hizo preguntas difíciles e incómodas a líderes de las Farc como alias “Pastor Alape”, alias “Iván Márquez”, alias “Pablo Catatumbo” y “Camila Cienfuegos”.

Fue esta guerrillera quien, según Natalia, le ayudó a “cumplir su sueño” de grabar el documental, para cuya realización tenía en principio “todo en contra”.

“Había trabajado para RCN Televisión, que para las Farc entonces era el canal representante de la derecha, era una mujer más joven que ellos en una guerrilla muy machista, y había vivido en Europa y EEUU”, con lo que podían ponerle la etiqueta de “burguesa” o “espía”.

Orozco, que no tenía acreditación de prensa cuando llegó a La Habana, consiguió pasar un papel a “Camila Cienfuegos” en el que había escrito: “Señor Iván Márquez, soy la periodista independiente Natalia Orozco y quiero hacer una película sobre usted. Díganme si me van a atender o no, porque no tengo plata y no me puedo quedar muchos días”.

La guerrillera, pareja sentimental de “Pablo Catatumbo”, le entregó a “Iván Márquez” el papel y éste llamó poco después a la periodista diciendo que le van a atender, pero no cuándo.

Durante un año las Farc no le dejaron comenzar la película con los líderes. Hasta que “Pablo Catatumbo” asumió el riesgo y abrió la puerta para que se iniciaran los rodajes, cuenta Natalia.

No lo tuvo tampoco fácil al acercarse al Gobierno, porque éste “pensaba que había estado haciendo una película pro-FARC, porque me habían observado”, recuerda.

Finalmente, Humberto de la Calle aceptó tomarse un café con ella y “en cinco minutos dijo ‘vamos adelante’ y empezamos a grabar también con el Gobierno”, señala.

Sabedora de que la línea editorial era suya y que ella tenía en la mano cómo se iba a construir la historia, la única exigencia que Orozco aceptó fue la de no publicar ni una palabra de las conversaciones “hasta que no estuviera todo acordado”.

Cuando se inició el proceso de paz “todo estaba dado para que fuera una última oportunidad, para bien o para mal: el contexto latinoamericano e internacional y la edad de los guerrilleros, quizás la última generación que de verdad podía negociar, opina.

Sin embargo, solo tuvo confianza en el éxito de las mismas “el día que se firmó la paz”.